Nos levantamos un poco antes porque queríamos ir al Banco de la Nación a cambiar dinero. Así que muy dispuestos nos vestimos (bien abrigaditos siempre), abrimos la puerta de la habitación y …. ¡¡¿¿Pero que ha pasado??¡¡ Está todo nevado¡¡¡¡
Increíble, había caído una nevada impresionante durante la noche y no nos habíamos dado ni cuenta. Estaban todas las calles blanquitas blanquitas. ¡¡Y aquí empieza la gynkana¡¡ Ahí vamos los dos camino del banco: o andando por las aceras con la nieve hasta los tobillos o por mitad de la carretera pegando resbalones por el hielo¡¡¡ Y una procesión de perracos tontorrones detrás, yo creo que para reírse de nosotros, especialmente de mí, que parecía un pato con patines.
Y por fin llegamos al Banco, que a pesar de no haber abierto aún, ya tenía gente haciendo cola en la puerta¡¡¡ Cambiamos euros a pesos, esta vez a 4,79, más bajito que el primer día. Segunda parte de la gynkana: vuelta al albergue. Ay, que de ejercicio matutino. Desayunamos, que bien merecido que lo teníamos, esta vez con medias lunas. Yujuuu¡¡¡
A las 9 vino el minibús a buscarnos. Andábamos un poco moscas porque seguía nevando y el día estaba superoscuro. ¡¡Ay, no vamos a ver el Perito ni aunque nos choquemos con él¡¡ Pero por el camino, la guía nos dijo que no nos preocupáramos, que seguro que el día se ponía mejor. ¡¡La Patagonia es así¡¡ (les encanta decir esta frase) Pero, a pesar de todo, nos dijo que era bastante raro que nevara en El Calafate. Solo caen dos o tres nevadas como esa al año. ¡¡Hala, pues una para nosotros¡¡ La verdad es que fue un puntazo, luego el día se arregló y entre foto y foto hubo más de una pelea de bolas de nieve¡¡¡
La excursión nos costó 110 pesos por persona más luego la entrada al Parque que pagábamos al llegar (75p). La visita incluía primero un mini-crucerito que te acercaba a la cara sur del Perito. Media horita, nada que ver con lo de ayer. Y luego te llevaban a las pasarelas. La gente al llegar, se metió en el bar que había para comer algo. Nosotros lo hicimos al revés: estuvimos más de dos horas pateándonos las pasarelas y luego nos comimos las empanadas que habíamos comprado la tarde de antes. Así conseguimos no cruzarnos prácticamente con nadie¡¡¡ Fue increíble, más que lo de ayer si cabe. La naturaleza en estado puro y un silencio que solo se rompía cuando un témpano se desprendía y caía al agua. Una maravilla¡¡¡
Extasiados volvimos al pueblo. Para completar el día fuimos a cenar a Borges y Alvárez, un libro-bar superchulo que nos había recomendado Mariano, donde puedes comer, tomar unos “tragos” y leer o comprar alguno de los libros que tienen en sus estanterías. Un sitio único.
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