Bueno, pues ya estamos en Buenos Aires, concretamente en el aeropuerto internacional Ministro Pistarini, más conocido allí como Ezeiza. Ahora toca pasar los trámites de inmigración, recoger maletas, cambiar dinero y pillar un taxi que nos lleve al hotel. ¡¡Uf, que de cosas¡¡
Para presentarlo luego en las ventanillas de INMIGRACIÓN, durante el vuelo las azafatas nos habían dado un formulario. Básicamente tienes que poner tus datos personales, nº de pasaporte (que es el que viene troquelado en todas sus páginas, que yo de una vez para otra lo olvido), y la dirección de dónde vas a quedarte en Argentina (o el nombre del hotel). Yo que soy muy aplicadita, lo relleno todo y coloco el papel perfectamente en el bolsillo del asiento del avión. Pues ahí se quedo para siempre¡¡ Cuando llegamos a la cola (enorme cola) de inmigración digo: “Uy, y mi papelito??”. Pero no pasa nada, porque justo al inicio de la cola hay un mostrador con mil formularios en blanco. Llegas a la ventanilla, entregas el pasaporte y el papel, te miran, miran algo en el ordenador, sellazo en el pasaporte y para dentro¡¡¡ Primera fase completada con éxito.
Pasamos a recoger las maletas y tras ratito, allí que salen¡¡ Uf, menos mal, que da mal rollo empezar un viaje sin maletas. Segunda fase finiquitada.
Vamos hacia la salida y justo antes de salir nos encontramos con una enooooorme y caótica cola que se ha formado para pasar por el CONTROL DE ADUANAS. Bueno, pues a esperar que también toca pasar por aduana. Maletas y mochilas por el escáner y justo cuando pasas esto, a mano derecha, te encuentras tres o cuatro ventanillas del BANCO DE LA NACIÓN. Aquí es donde hay que cambiar el dinero, no en la casa de cambio que hay donde se forma la cola de aduanas. La chica te pide el pasaporte, mira y remira los billetes (euros) que le damos y por fin nos da los pesos, un recibo y un papelito donde te informan que en Argentina hay circulación de billetes falsos. Como dije antes, nosotros no vimos o no nos dimos cuenta de que nos colaran ninguno. El cambio estaba a 5,10, el mejor que pillamos en todo el viaje.
Avanzas un poco más y te encuentras con ventanillas a cada lado que corresponden a distintas compañías de remises. Lección 1ª: Diferencia entre taxi y remis: los taxis funcionan como en España, tienen taxímetro y son de color negro y amarillo. En el interior, suele venir un papel con la identificación del conductor. Los puedes agarrar en las paradas, llamarlos en plena calle o pedirlos por teléfono. Vamos, como en España. Los remises son coches normales y corrientes (muy limpios, eso sí) que contratas por teléfono o en las ventanillas que tienen las compañías en los aeropuertos y que suelen tener tarifas fijas por trayecto. Creo que son algo más caros que los taxis, pero eso también depende del tráfico que encuentres. Nosotros cogimos, uy perdón, utilizamos tanto taxis como remises y muy bien con ambos.
Bueno, que me desvío del tema, pues nos acercamos a una de las ventanillas de los remises a preguntar el precio del trayecto hasta el hotel. La compañía se llamaba VIP TAXI y costaba 120 pesos la ida y como promoción te rebajaban la vuelta a 98 pesos. Como estábamos cansados y no teníamos ganas de dar más vueltas, nos fuimos con ellos. Un muchachito (que luego pidió propinilla) nos llevo las maletas hasta el coche, que era un Passat azul sin logos ni nada.
Ahí empezó nuestra experiencia con los “conductores suicidas” porteños. ¡¡¡Cómo conducen¡¡¡ Muy rápido, los coches se pegan muchísimo, frenazo va y frenazo viene, y se forman unas retenciones de mil demonios. Pero se ve que tiene esta forma de conducir muy controlada, porque no vimos ningún golpe¡¡¡ Total, que en una hora llegamos sanos y salvos a nuestro hotel. El conductor no nos habló demasiado, solo nos preguntó que de dónde veníamos, si era nuestra primera vez en Buenos Aires y nos advirtió sobre los tirones y los carteristas, que por suerte, no llegamos a conocer en los días que estuvimos en la ciudad.
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