Después de varios años "vampirizando" foros, blogs y diarios de viaje, creo que ya ha llegado el momento de estrenarme en este mundo y contar mis experiencias viajeras en este blog.

Espero que perdonéis mi falta de práctica y los errores que pueda cometer, y que os sirva para buscar información para vuestros viajes o simplemente, para que disfrutéis al menos una décima parte de lo que he disfrutado yo en estos últimos años recorriendo mundo.

Y como pasa con todo en esta vida, un viaje puede convertirse en inolvidable si la compañía es la adecuada, y yo he tenido la suerte de ir siempre fantásticamente acompañada en todas mis aventuras.

Se admiten críticas, sugerencias, aplausos y abucheos... y todo lo que creáis conveniente, porque eso significará que alguien está leyendo mi blog¡¡¡

sábado, 18 de septiembre de 2010

DÍA 6: SALIMOS RUMBO A EL CALAFATE.

Con la maleta llena de ropa calentita (gorros, guantes, polares, etc, que luego nos harían muuuucha falta) nos fuimos al Aeroparque para tomar el vuelo que nos llevaría a El Calafate. El resto de ropa que no nos iba a hacer falta, la dejamos en otra maleta en el hotel, que como dije antes, te la guardaba sin cobrarte nada. Bastante práctico.

En 10 minutillos llegamos al aeropuerto (a las 5 de la mañana no hay mucho tráfico en Buenos Aires), facturamos la maleta y cogimos las tarjetas de embarque. El check-in lo habíamos hecho el día antes por internet, pero como no teníamos impresora no pudimos imprimir las tarjetas. Sin problemas, porque te las dan en el momento de facturar. De todas formas, fue la única vez que pudimos hacer el web check-in porque desde entonces, yo desaparecí “misteriosamente” de la reserva. Cositas de Aerolíneas Argentinas.

Aprovechamos para desayunar en una cafetería del aeropuerto y no, no me pedí esta vez medias lunas. Como llevábamos levantados ya un buen rato, optamos por algo más consistente. ¡¡Y tan consistente¡¡ Un tostado de jamón o queso para mí y otro para mi chico. Y aparecen con un par de sándwiches para cada uno, cada uno de ellos triples, o sea, pan, jamón, pan, queso, pan. Total, dos sándwiches triples por  “person”, algo ligerito para empezar el día. ¡¡No me explico dónde echan tanta comida estos argentinos¡¡ Y a un precio la mar de razonable, nada de clavadas de aeropuerto.

Con el estómago lleno, subimos al avión, que estaba un poco viejete, la verdad. No iba demasiado lleno, así que tuvimos tres asientos para los dos, la mar de cómodos. A mitad del vuelo nos dieron una cajita con galletas y bizcocho y un cafelito. Por si teníamos hambre. Se agradece el detalle, aunque el bizcocho no estaba muy allá.

Después de 3 horitas, empezamos a divisar por la ventanilla la PATAGONIA y la cordillera de LOS ANDES. Un lugar increíble, solo se ve una extensión enorme de tierra, sin vegetación prácticamente y sin ningún tipo de edificación ni de vida humana. Y en mitad de esa gran nada, aparece un minúsculo aeropuerto. Impresionante, era como llegar a una base en la Antártida o algo así.




No habíamos aterrizado aún y ya nos gustaba el sitio. Es como si transmitiera paz esa gran inmensidad vacía. Y eso no era nada para todas las sorpresas que El Calafate nos tenía reservadas… 

Llegamos en hora y nos pusimos a esperar la maleta en la única cinta que tiene el aeropuerto. Salen las cuatro maletillas que llevaba el avión, y la mía no. ¡¡Pues empezamos bien¡¡ Y a esto que me da por mirar detrás de una columna y me veo a una señora con bata blanca y guantes detrás de un mostradorcillo con mi maleta encima. “¿Pasa algo?” “No, nada, aduanas, que si me puede abrir su maleta” “Si, claro” Casi sin mirar dentro me pregunta: “¿Lleva algo de comida dentro?” “Pues no, la llevo toda en mi barriga y el bizcocho del avión se lo ha quedao el azafato”. “Gracias, ya puede irse”. Ay, mi maleta, que no estaba perdida, estaba retenida, creo que fue porque era la más gordita de todas las que llegaron ese día¡¡

A la salida nos estaba esperando el transfer que el albergue nos había reservado, VESPATAGONIA, una furgoneta blanca, con la cabeza de una avestruz enorme pintada (tarifa 26 pesos por persona. Hacen descuento a la vuelta). Después de 20 minutos de carretera donde no se veía una sola construcción, empezamos a divisar las primeras casas de El Calafate. Entramos al pueblo por una calle que había sido la antigua pista de aterrizaje de un aeropuerto, con sus marcas aún en el asfalto. Fuimos dejando a gente en sus hoteles, algunos un poco alejados. La mayoría de las calles eran caminos de tierra sin asfaltar. Curioso el sitio.

Por fin llegamos a nuestro albergue: HOSTEL LAGO ARGENTINO: C/Campaña del Desierto, 1150. 200 pesos la noche, pero había una promoción de 3x2, así que por 4 noches pagamos 600 pesos. Solo admite pago en efectivo. Desayuno incluido. ¡¡Un sitio genial¡¡ El albergue tiene dos partes: una casita donde está la recepción, el salón de la tele y las habitaciones compartidas, y justo enfrente otra casita donde, alrededor de un pequeño jardín, hay unas ochos habitaciones privadas con el baño dentro. Una de ellas, la nuestra. Además, había un saloncito y una cocina para estas habitaciones super cuquis. Era como estar en la casa de una abuela¡¡¡






Nos recibió Estela que, muy amablemente, nos explico las excursiones que podíamos hacer. Las imprescindibles son el Crucero “Todo Glaciares” que navega por el Lago Argentino y la visita al “Perito Moreno”. Más adelante explicaré el precio de cada una de estas excursiones, pero no merece la pena complicarse la vida comparando tarifas, ya que cuestan lo mismo si las contratas en una agencia o directamente en el hotel. Así que no nos complicamos y le dijimos a Estela que nos reservara la “Todo Glaciares” para el día siguiente y el Perito Moreno para el otro día.

Después de instalarnos fuimos a dar una vuelta por el pueblo. Prácticamente todos los comercios están en la Avda. Libertador (bares, restaurantes, tiendas con artesanía muy chula, bancos, hasta un casino¡¡¡). Fuimos a comer a un restaurante super-recomendado en los foros, LA TABLITA, y además con razón. Era temprano y estábamos prácticamente solos en el comedor, pero al rato aquello se puso hasta los topes¡¡¡ Pedimos de entrada queso provolone a la plancha y como plato principal, bifé de chorizo (tierniiiiisimo) y milanesa de pollo (se salía del plato¡¡¡) Y para rematar, un postre espectacular: tarta tibia de manzana con helado de calafate ¡¡Un pecado¡¡ Por cierto, el calafate es una especie de baya que hay por la zona, y por eso el pueblo se llama así. ¡¡Hay que probarlo¡¡

Después de llenar las barrigas, seguimos paseando y vimos que había un montón de perros que van solos por ahí. Son supertontos, te siguen y hasta te esperan en la puerta de los sitios a que salgas¡¡¡



La verdad es que el sitio prometía. Mañana empezamos con las excursiones¡¡¡

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