Si ayer vimos la ciudad desde arriba, hoy tocaba vivirla desde abajo, concretamente desde sus playas. Así que después de desayunar bajamos a recepción y preguntamos que autobuses iban a Barra de Tijuca. Queríamos ir a esta zona de Río porque aquí esta el Hard Rock Café, concretamente, en un centro comercial que se llama Citta América.
Así que a la parada de autobús y ojo avizor a los números S-107 y 500 no se qué. Y a esto que aparecen en la lejanía cuatro o cinco autobuses. ¡¡Ya estamos como ayer¡¡ Y uno es el S-107. Y antes de llegar a la parada, hace un quiebro y se planta en el carril más alejado. Así que por mucho que yo agitara los brazos rollo molino de viento, no paro. Vamos, que ni miró. Bueno, a esperar un poco más. Y vemos que viene el 500 y pico. “Vamos a dejar pasar este, porque la chica de recepción nos ha dicho que el otro pasa por Copacabana e Ipanema y el trayecto es más chulo. Además tiene que estar ya al llegar” Tic tac tic tac tic tac… Después de casi una hora vimos otra vez el 500 y pico y nos tiramos a por él. ¡¡Que le den al S-107¡¡
Del trayectito en bus a Barra de Tijuca ni hablamos: una hora metidos en el bus chupando atascos y pasando calores (¡¡y yo que había leído que ponían el aire acondicionado muy fuerte¡¡ ¡¡Pero si este solo lleva el aire que entra por las ventanillas¡¡) Lo único chulo es que atraviesa la favela de Rocinha, una favela enorme que tiene las casas pintadas de colores chillones.
Y por fin llegamos a Barra. Después de hacernos un pequeño lío buscando el centro comercial, dimos con él. Se ve que llevaba poco tiempo abierto, porque había muchos locales aún vacíos y los que ya estaban funcionando tampoco eran cosa del otro mundo. Así que nos metimos en el Hard Rock y aprovechamos para comer, que entre unas cosas y otras ya era hora.
Estuvimos hablando un buen rato (medio en portugués medio en español) con el camarero, que nos comentó que Rio no era una ciudad tan peligrosa como la pintaban. Solo había que tener un poco de cuidado y evitar zonas conflictivas. La verdad es que nosotros al principio íbamos algo acogonaillos, pero luego nada de nada.
Nos dijo los autobuses que iban a Copacabana y pillamos uno al poco de estar en la parada (¡¡por fin¡¡). Ah, una cosa curiosa: en Rio hay una especie de “autobuses ilegales” que son furgonetas blancas que van con las puertas abiertas y un tipo asomado pregonando los sitios a donde iban. Nosotros no subimos a ninguna, pero algunos cariocas sí que las utilizaban.
Bueno, vamos para Ipanema y Copacabana. ¡¡Que emoción¡¡ Cuando llegamos a la playa de Ipanema no vimos mucho ambiente, así que decidimos seguir en el bus hasta la playa de Copacabana. En cuando pasamos una especie de espigón que separa ambas zonas nos bajamos con la intención de pasearnos toda la avenida y darnos un chapuzón. Pero la verdad es que aquello nos decepcionó un poco: no había ni de lejos el ambiente que esperábamos, apenas había gente en la playa y era bastante más pequeña de lo que yo pensaba. ¿Dónde estaban las espectaculares chicas brasileñas en tanga y los chicos musculosos jugando al vóley? Ese día desde luego, no estaban por allí. Así que nos limitamos a pasear.
En la avenida que da a la playa no hay ninguna tienda, solo hoteles, así que nos metimos en la paralela, la Avda. Nuestra Sra. De Copacabana, y aquí si que había mogollón de tiendas y de gente. Había una tienda enooooorme de hawainas (chanclas) de todos los modelos y colores que te puedas imaginar. Después de cotillear un poco, pillamos otro autobús y a “casa”. Un día un poco decepcionante el de hoy.
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